Chavorrucos:
Quien no haya ido a Acapulco en su adolescencia noventera es porque:
1) No tuvo adolescencia noventera.
2) Vivió en el interior de la república.
Sólo bastaba que hubiera puente para tomar nuestro bonito camión porque claro no éramos pudientes y el avión era carísimo en ese entonces y había que ahorrar dinero para el alcohol.
No sé ustedes pero obvio mis amistades y yo no éramos Roberto Palazuelos viviendo a expensas de Luis Miguel así que entre más barata la estancia mejor. Rentábamos departamentos o casas alejadas de la sociedad y nos acomodábamos 15 en 2 habitaciones. Nuestro lema era “¿Si sólo vamos a dormir y a bañarnos qué caso tiene?”
Teníamos días especiales para los antros
Jueves era Palladium y aunque no nos gustara la música electrónica, eso era lo de menos porque los jueves era Girls Night, entonces entrada y bebida ¡Gratis!. Nos sentíamos todas unas mujeres de mundo con nuestro “Sex on the beach” en mano acaparando el mejor lugar de la pista que obvio era donde bailaba “El Azteca”
El resto del fin de semana era arreglarnos con lipstick morado, nuestros mejores trapos y tacones cuadrados (Quisiera quemar esas fotos) ir al “Alebrije” pasar entre las multitudes para llegar y gritar (favor de leerse en tono fresa) “Aza somos 4, puras mujeres” (Aun no entiendo por qué si ibas en bola con puras mujeres te dejaban pasar más rápido).
Entrabas, pagabas tus bonitos 350 pesos…que en esa época eran todos tus ahorros, mientras admirabas tu sello para entrar como si fuera el más bonito y exclusivo de los tatuajes.
Ibas directo a la barra a pedir tu “Moradito” o “Desarmador” para esperar ansiosamente a que abrieran pista. En mi caso no era opción pedir mesa, así que siempre esperábamos a que alguna de las amigas se ligara a un niño con collar de conchitas que tuviera mesa y ahí íbamos todas de usurpadoras a acaparar. Evidentemente siempre quedábamos de vernos a una hora en la salida porque todas desaparecían, yo por ejemplo era de las que me iba directo a la plataforma central a bailar los mejores pasos noventeros.
Era pecado salir del antro antes del amanecer, sólo te atrevías a salir por un “JOCHO” de carrito y así bajarte la borrachera de albañil que te habías puesto con tus dos desarmadores e incontables shots de tequila (porque al final era lo único que tomabas)
Salías del antro después de cantar las canciones de Mijares y Emmanuel que en ese entonces para ti sonaban “viejitas”, era obvio que las ponían para que la gente se fuera. Aún tengo en la mente la imagen de nosotras caminando por la costera en “Walk of shame” maquillaje corrido, tacón en mano, wet look (que ya a esa hora era tener el cabello seco y duro) y las familias yéndose a la playa.
Llegabas a tu hospedaje de “lujo” dormías una o dos horas, para bañarte y ponerte el bonito tankini, armabas tus galones de alcohol (Bacardí Blanco, new mix, viñareal) tomabas un bonito taxi sardina (tenías que caber con toda tu tribu para dividir la tarifa) y te dirigías al paraíso… “LA PLAYA DEL PRINCESS” donde rentabas una palapa y fingías que eras huésped de tan exclusivo lugar. Te ponías aceite de coco, zanahoria o lo que vendieran ahí para agarrar color lanchero (Ahora ni piensas en salir de tu casa sin kilos de bloqueador) te hacías tus trencitas apretaditas porque en ese momento era lo más cool. Y así eran tus días en Acapulco.
Antes de que me digan que por qué diablos no mencioné el Baby O, es porque básicamente en esa época era de millonarios (Si no me creen vean la serie de Luismi)
Gracias adolescencia noventera por dejarme los mejores y más vergonzosos años de mi vida.
NOTA: POR PROTECCIÓN A LA REPUTACIÓN DE VARIOS INDIVIDUOS NINGÚN NOMBRE FUE MENCIONADO EN ESTE ARTÍCULO.